En 1954, William Golding publica El Señor de las moscas, la primera y la más famosa de sus novelas. El relato desarrolla un argumento muy sencillo: durante lo que se supone son las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, un avión se estrella en una isla desierta. Sobreviven unos cuantos niños y adolescentes que, aislados de todo contacto con el mundo civilizado, tienen que arreglárselas solos para salir adelante. Uno de ellos, Ralph, se convierte en su líder e intenta establecer unas reglas y unas funciones: organizar asambleas en las que debatir los problemas, construir refugios, mantener encendida una hoguera para propiciar un rescate; frente a él, Jack se erige en el jefe de los cazadores. La experiencia de cazar y matar los jabalíes que pueblan la isla, lo transforma pronto en un salvaje. Este es conflicto esencial de la novela: la débil resistencia que la razón y la civillización ofrecen ante la regresión primitiva que pronto experiementa la mayor parte de los muchachos. La imposición del pensamiento mítico sobre el racional se pone de manifiesto cuando los niños empiezan a manifestar un oscuro temor a la presencia de una bestia que habita en el corazón de la isla. Pronto esa bestia de transformará en la Bestia del Apocalipsis, en el Señor de las moscas, una deidad ominosa a la que los salvajes cazadores de Jack aplacan con ofrendas. Esta vuelta al "corazón de las tinieblas" tendrá consecuencias siniestras: la muerte de dos de los personajes, masacrados en una irreflexivo impulso destructivo. El Señor de las moscas es una fábula moral, tejida con un rico entramado de referencias literarias y simbólicas. Una desolada visión del triunfo del mal y una pesimista declaración de desconfianza en la naturaleza humana, que muchos atribuyen a las experiencias vividas por William Golding durante la Segunda Guerra Mundial, en la que combatió.
Ilustración de Jorge González
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