domingo, 10 de mayo de 2015

Cyrano de Bergerac




Cyrano de Bergerac se estrenó en 1897 con un éxito clamoroso: "hubo veinte minutos de aplausos con el público puesto en pie al final de la obra, y los actores se vieron obligados a salir a saludar ¡cuarenta veces!" (pág. 150). Desde entonces, el Cyrano de Rostand ha sido representado por todo el mundo, traducido a casi todas las lenguas y adaptado en varias ocasiones al cine. Y siempre con el mismo éxito. ¿Cuál es el secreto de esta obra? Pues el personaje de Cyrano. En él el espectador encuentra valor, ingenio, poesía, generosidad, lealtad con los amigos. El Cyrano que inventó Rostand es un espíritu libre, apasionado; un poeta inspirado y profundo; un enamorado sincero y abnegado. Desde las tablas o desde el hojas de un libro, espectadores y lectores asisten admirados -y conmovidos- a un milagro: que, siendo un personaje de ficción, este señor de Bergerac les parece más real que muchas personas de carne y hueso.